viernes, 24 de enero de 2014

LAKE TEKAPO Y RAKAIA

Este día lo repartimos entre el lago Tekapo y Rakaia.

LAKE TEKAPO

No es que hiciéramos gran cosa en el Lago Tekapo, es un lugar donde sentarse, relajarse, dejarse inundarse del bello paisaje y sacar mil y una fotos. Este es el momento de que saquéis vuestra cámara y fotografiéis del lago, del monte Cook al fondo y de la maravillosa iglesia de piedra.
Cogimos el coche de buena mañana desde Queenstown y tardamos algo más de tres horas de carretera hasta Tekapo. Milford Sound fue el punto más al sur al que llegamos en nuestro viaje y era hora de volver dirección al norte hasta Christchurch, nuestro punto de regreso a España.
El lago se encuentra en la Mackenzie Basin (cuenca) y tiene un color muy especial, algo surrealista. Es de color azul clarito, pero como lechoso. Este color se debe a los sedimentos en suspensión de los glaciares de las montañas que lo rodean.



Leyenda del Monte Cook

Una de la cosas más impresionantes son los montes nevados al fondo a pesar de ser verano. Este que se ve al fondo de la foto anterior es el Mount Cook. 
Los maoríes tienen, por supuesto, una leyenda con la cima más alta de su país, al que llaman Aoraki. 
Esta leyenda relata la historia de Aoraki y sus tres hermanos, todos ellos hijos de Rakinui, el dios Cielo. Los cuatro hermanos estaban viajando alrededor de Papatuanuku, la Madre Tierra, cuando por desgracia quedaron encallados en un arrecife.
Los hermanos se treparon a la parte más alta de su canoa y entonces sopló un gélido viento del sur (pensad que hablamos del hemisferio opuesto) que los congeló convirtiéndolos en piedra. Su canoa se convirtió en la Isla Sur y Aoraki, que había trepado más arriba, se convirtió en la cumbre más alta de los Alpes del Sur, acompañado de sus hermanos.


Nosotros nos sentamos sobre las rocas para disfrutar del lago y de las vistas del montaña. Allí estábamos la mar de relajados hasta que apareció este abejorro gigantesco. Fue una de las cosas que nos persiguió por todo el país, en Nueva Zelanda parecen no estar sufriendo la desaparición de las abejas. Esta grandullona decidió meterse con Gg.

Después de un buen rato en las rocas nos acercamos al pueblo que se llama también Tekapo e hicimos la visita obligada a la pequeñita iglesia de Good Shepherd o Dios Pastor. Es preciosa, de piedra, pequeñaja y en el lugar de un retablo o algo así tiene una gran cristalera desde la cual sólo se ve el maravilloso paisaje.



Un poco más allá hay un Monumento al perro Ovejero, que mandaron esculpir los vecinos de la zona para rendir homenaje a estos maravillosos perros que se encargan de cuidar a los rebaños muy numerosos de esta zona. Se trata de la raza del perro ovejero más habitual, el Collie, y recuerda a una historia sobre un perro muy famoso para los que seáis aficionados a la lectura, o adictos a ella como yo. En realidad representa, o eso dicen, al perro Friday, cuyo dueño dio nombre a la región. Esta historia, muy bien contada, la podéis leer en El país de la nube blanca, de Sarah Lark.


LA HISTORIA DE MACKENZIE BASIN

Según la historia, Mackenzie Basin fue habitado primero por los maoríes, que extraían piedra de estas montañas, pescaban y cazaban en las temporadas de verano en esta zona rica en agua, bosques y animales.
Pero la historia que nos ocupa, habla de un mayoral o pastor de ovejas de origen escocés, James Mackenzie que vivía en los valles algo más abajo, y que por un problema con la justicia se escondió en esta zona de tierras altas y se convirtió en forajido ladrón de ovejas. Esta historia se desarrolla en el libro que os comentaba, ya que la protagonista Gwyneira era la propietaria de las tierras donde trabajaba James Mackenzie y tuvo una relación amorosa con él. No os contaré nada más porque podríais leer el libro o la saga entera que a mi me gustó mucho. El perro Friday, es el Border Collie de Gwyneira que le regala a su amado cuando ha de escapar.

Cogimos comida para llevar de los diferentes locales que hay en la población y nos los comimos ricamente con vistas al lago. Además, como se nos iban acabando los días de viaje también aprovechamos para comprarnos algunos recuerdos.

RAKAIA

Una vez hubimos comido cogimos coche de nuevo y paramos improvisadamente a pasar la noche en un pueblo llamado Rakaia, que se ve que es la cuna del salmón de Nueva Zelanda, en nuestra ruta en dirección a Akaroa. Encontramos alojamiento en un lugar un poco, cómo lo diríamos... Lúgubre, escalofriante... Y con un olor a fritanga bien asqueroso.
No recordamos el nombre de este alojamiento, ni falta que hace, pero fue uno de esos lugares que se te quedan grabados en el recuerdo. Era una especie de mansión blanca de madera, de largos pasillos enmoquetados, espejos antiguos, cuadros cuyos personajes te siguen con la mirada. En la planta baja hay un bar-restaurante, donde había unos cuantos parroquianos reunidos y varios perros dormitando en el zaguán.

En Rakaia caminamos un rato, nos acercamos al río, paseamos por el bosque y nos acercamos al puente que es famoso por ser uno de los puentes de autopista más largos del país. Al final de la tarde nos pusimos a jugar en el parque como niños pequeños.



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