Mis andaduras laborales me han traído este verano a Valencia. Espero tener el suficiente tiempo libre como para poder disfrutar de la ciudad y de su provincia.
Una de las primeras excursiones, ya que hace un calor de justicia, abrasador, peor que en el infierno, ha sido a la Albufera de Anna, donde pudimos refrescarnos. Esta excursión la hicimos gracias a San, una amiga muy reciente que hemos conocido en Valencia.
Anna es un municipio al sur de Valencia, muy cercano a Xàtiva y muy fácil de acceder desde Valencia o desde Alicante. Al llegar al pueblo fuimos directamente a la Albufera, un pequeño lago rodeado por árboles, mesas de pic-nic, varios bares y restaurantes y un cámping.
La entrada a la Albufera nos costó 1.50 euros por persona, donde dejamos el coche a la sombra sin problema alguno. Justo a la entrada de la Albufera hay una oficina de turismo donde informarte, que nosotros dejamos para la tarde y que resultó estar cerrada porque el encargado/a estaba haciendo visita guiada en el pueblo.
Según los datos facilitados en el ayuntamiento por su página web, la Albufera recibe 75.000 visitantes anuales. Nosotros lo encontramos lleno de familias con niños que disfrutaban del viernes a la fresca. Se estaba cómodo y para nada estaba saturado, aunque habría que visitarlo en fin de semana para saber si es más molesto.
El lago es de pequeño tamaño (300x100) y de algunos extremos veréis como brotan los manantiales, que también se encuentran bajo el mismo lago. Estos manantiales les llaman "ojales" y proporcionan un agua cristalina que con el fondo arenoso se ve de un precioso azul turquesa.
En el centro del lago vimos un pequeño islote, creado por acumulación de arenas, que estaba habitado por ocas, patos y garzas.
Dentro del lago vimos peces diferentes, de los cuales yo no distingo ningunos porque soy una ignorante en este tema. Según la página web hay barbos y truchas que repueblan cíclicamente. Si os gusta la pesca, podrás practicarla de lunes a viernes en este lago.
Hay unas cuantas barquitas a remos para aquellos que quieran pasearse y llegar al islote. Nosotros encontramos a una familia con un padre un poco cansado de remar y que los hijos no le hicieran mucho caso y que parecían pasarlo en grande.
En el lago principal no puede uno bañarse, está prohibido, pero no os preocupéis, ya que desde la montaña llega una cascada que llena una pequeña piscina donde poder bañarse a gusto. La encontramos llenísima de niños y no tan niños jugando y disfrutando como locos. Demasiada gente dentro para mi gusto.
Paseamos un rato, nos tumbamos a la sombra y comimos nuestros bocatas. Nos dejamos maravillar con una pata y sus patitos que vinieron a pedirnos las migas y vimos, en cambio, con mala cara a las ocas más atrevidas que parecían más bien una jauría hambrienta. Si queréis creerme, nunca os fiéis de una oca.
Después de una mañana tranquila, nos fuimos a otro de los grandes atractivos del pueblo, el Gorgo de la escalera. La señalización es más pequeña, pero según estéis llegando al pueblo encontraréis una gasolinera, pocos metros después a la derecha hay un desvío con un cartel indicador. Llegaréis a un aparcamiento gratuito, que podemos afirmar que no es muy seguro. Cuando volvimos a nuestro coche más tarde, estaba la guardia civil tomando nota de la denuncia de una furgoneta a la que habían reventado los cristales traseros y a la que suponemos habrían sustraído algo. ¡No dejéis nada a la vista!
La bajada por las escaleras es muy sencilla, pero no así la subida en la que se suda la gota gorda. ¡Al llegar al final de la escalera encontramos a un muchacho muy majo que nos recordó que el acceso cuesta 2 euros por persona! Pero al ver que llevábamos la entrada de la Albufera nos dijo que estaba incluido. Menos mal.
El gorgo es una pequeña charca que llega desde una frondosa vegetación y que acaba en fondo de la garganta (eso significa la palabra gorgo). Hay una zona de la charca donde el agua apenas te cubre los pies, pero en otra es profunda, tanto como para que los muchachos se tiren desde lo alto de las rocas sin matarse en el intento.
El agua está congeladita, que es de agradecer cuando el Mediterráneo está tan caliente que no refresca cuando te metes en la playa. La encontramos llena de vecinos, pero bastante limpia en general. En el fondo del remanso vimos peces, caracoles y caracolas, libélulas "enamoradas", flores, higueras sobre el agua, etc.
Desde muy arriba y con un poco de vértigo, podréis ver como cae la cascada por la apertura en la roca, al fondo hay grandes árboles de verde brillante. ¡No os acerquéis demasiado!
Si tomáis un pequeño sendero, marcado por tanta gente que pasa, llegaréis a una pared por la que veréis resbalar el agua, llena de musgo y con pájaros cantando de fondo.
El único pero (junto con lo del robo en el aparcamiento) es que no hay apenas sombras donde guarecerse del sol del verano, hay varios árboles y cañas, pero había más gente que espacios. Pero aquí nos tenéis a nosotros bajo unas cañas clavándonos las piedras.
Para acabar, acercaros al pueblo de Anna, tomaros algo en el bar de la plaza y visitad si podéis el Palacio de los Condes de Cervellón. Nosotros lo encontramos cerrado, mala suerte esta vez, pero la torre desde el exterior es impresionante.
Desde muy arriba y con un poco de vértigo, podréis ver como cae la cascada por la apertura en la roca, al fondo hay grandes árboles de verde brillante. ¡No os acerquéis demasiado!
Si tomáis un pequeño sendero, marcado por tanta gente que pasa, llegaréis a una pared por la que veréis resbalar el agua, llena de musgo y con pájaros cantando de fondo.
El único pero (junto con lo del robo en el aparcamiento) es que no hay apenas sombras donde guarecerse del sol del verano, hay varios árboles y cañas, pero había más gente que espacios. Pero aquí nos tenéis a nosotros bajo unas cañas clavándonos las piedras.
Para acabar, acercaros al pueblo de Anna, tomaros algo en el bar de la plaza y visitad si podéis el Palacio de los Condes de Cervellón. Nosotros lo encontramos cerrado, mala suerte esta vez, pero la torre desde el exterior es impresionante.
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