Ayer poniendo bonito mi blog (ya veis que no se me da muy bien), me di cuenta que lo cree para el gran viaje a Nueva Zelanda y que lo dejé estar en la isla norte para pasar a comentar el día a día de mis viajes por trabajo. Hace nada saqué una entrada sobre las playas de Nueva Zelanda para consolarme del frío que está llegando a España conforme se acerca el invierno y dos de ellas las visitamos nada más llegar a la isla sur: Apple Split Rock y Kaiteriteri.
Para llegar a la isla sur cogimos (perdimos prácticamente un día) un ferry de la compañía Interislander. Hay varios diarios y reservamos plaza unos días antes para nosotros y para nuestra furgoneta. Fue un viaje tranquilo y como comenzó bastante temprano aprovechamos un rato para dormir.
Pero el dormir duró poco, el rato que tardó el salir bien el sol y acercarnos a la isla sur. Desde el barco se ven paisajes fantásticos, de tierras cortadas por los glaciares, ensenadas y acantilados y casas aisladas a la que uno se pregunta como demonios van a comprar el pan o de donde sacan la electricidad.
Este es el recorrido desde Wellington hasta Picton.
Ese mismo día visitamos un lugar que, si no me equivoco, es uno de los favoritos de Andrew (el kiwi del grupo): Pupu Spings. No nos decepcionó para nada, maravilloso.
El nombre completo del lugar es Te Waikoropupu Springs, unas fuentes de un color maravilloso que conforman uno de los taonga o tesoro nacional y además waahi tapu o un lugar sagrado para los maoríes. La tradición dice que estos afloramientos de agua son waiora, la forma más pura de agua, la fuente física y espiritual de la vida. Estas aguas son curativas y en el pasado en ellas se celebraban ceremonias para bendecir los nacimientos y defunciones y de partida y retorno de los viajeros.
Para llegar a ellas hay que hacer un ligero paseíto circular desde el aparcamiento de menos de un kilómetro entre árboles y arbustos.
Sus datos son impresionantes, brotan unos 14.000 litros de agua por segundo de la tierra, por varias fisuras que se pueden ver claramente en el lago que forman. Son los manantiales de agua dulce más grandes del país y los más grandes de agua fría del hemisferio sur. Pero lo que más os va a impresionar es la claridad del agua, el color esmeralda sobre ese suelo arenoso. Unos estudios de 1993 acreditaron tal claridad que había una visibilidad de hasta 63 metros.
Debido a lo especial del lugar, a su consideración como lugar sagrado, hay que recordar que están cerradas a todas las actividades que no sean observarlas con la boca abierta. Está prohibido todo: pescar, nadar, chapotear e incluso beberla.
Si os tomáis unos minutos para estar callados y mirar alrededor encontraréis bichitos aquí y allá, escucharéis pájaros, veréis pececillos y pecezotes. Nosotras disfrutamos como niñas de una mamá pata con unos cuantos patitos.
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