Después de un par de días en la costa suroeste de Tailandia, cruzamos el istmo que separa el Golfo de Tailandia y el Mar de Andamán. Después de regateos y discusiones en una especie de agencia en Krabi (en las que yo no participé porque seguía de color verde y sin comer nada), reservamos un par de cosas para los tres días que nos quedaban de viaje.
El primero de ellos, lo dedicamos a una excursión en barco entre islas del mar de Andamán, con el fin sobretodo de ver la famosa isla de James Bond. Una furgoneta nos recogió en el alojamiento, y tras recoger a unos cuantos más, llegamos a la costa donde cogimos un barco en el que lo pasamos realmente bien. Las vistas durante el trayecto son magníficas, el Mar de Andamán es una colección interminable de islas con formas muy variadas y muy verticales y unas aguas de un verde magnífico.
¿Se ve que estoy un poco verde? |
El día comenzó en una laguna en cuyo centro se detiene la barca, y los que habíamos pagado por ello, que no éramos muchos, nos subimos a unas canoas para ver todo desde cerca. No os preocupéis por nada, porque un local será el que reme. No hay posibilidad de hacerlo tú, en parte por el peligro y lo estrecho de algunas cuevas, así que te relajas y te sientes algo culpable por hacer algo el vago.
Pasamos dentro de cuevas, nos acercamos a acantilados y bajamos en alguna playita diminuta. Para pasar de un lado al otro de una isla tuvimos que pasar por una cueva tan baja que tuvimos que tumbarnos todos para no darnos con la cabeza. El muchacho que remaba nos daba indicaciones en inglés divertidas y curiosas. Algo que me fascinó son estos peces que salen de agua y se quedan sobre el manglar por encima de la superficie sin ningún problema.
Pasamos dentro de cuevas, nos acercamos a acantilados y bajamos en alguna playita diminuta. Para pasar de un lado al otro de una isla tuvimos que pasar por una cueva tan baja que tuvimos que tumbarnos todos para no darnos con la cabeza. El muchacho que remaba nos daba indicaciones en inglés divertidas y curiosas. Algo que me fascinó son estos peces que salen de agua y se quedan sobre el manglar por encima de la superficie sin ningún problema.
Mi hermana Carol me dijo como se llamaban, pero no me acuerdo... |
Después nuestra barca se acercó a la Isla de James Bond, que en realidad se llama Ko Khao Phing Kan. Esta isla salía en la película de "El Hombre de las Pistolas de Oro" y esta curiosa roca vertical es donde Scaramangas escondía el colector de energía.
Hay que hacerse las fotos de rigor, pasear, meterse en las cuevas en la roca. Pero más tarde me enteré que si ibas en dirección contraria a los turistas, se llega a otra playa donde también se rodó parte de la película y está más tranquila. Ya lo sé para la próxima vez. La fama que le dio la película la convierte en un punto obligado de visita y por tanto encontraréis la playa llena de gente y de chiringuitos donde os venderán souvenirs. En la página http://jamesbond.ajb007.co.uk/james-bond-island-thailand/, encontré un artículo con algunos detalles sobre la isla, escrito por alguien que la ha visitado en dos ocasiones.
Hay que hacerse las fotos de rigor, pasear, meterse en las cuevas en la roca. Pero más tarde me enteré que si ibas en dirección contraria a los turistas, se llega a otra playa donde también se rodó parte de la película y está más tranquila. Ya lo sé para la próxima vez. La fama que le dio la película la convierte en un punto obligado de visita y por tanto encontraréis la playa llena de gente y de chiringuitos donde os venderán souvenirs. En la página http://jamesbond.ajb007.co.uk/james-bond-island-thailand/, encontré un artículo con algunos detalles sobre la isla, escrito por alguien que la ha visitado en dos ocasiones.
Tras la visita a la isla de James Bond, la excursión organizada nos llevó al templo Wat Suwan Kuha (menos mal que apunto las cosas). Es uno de los muchos templos budistas dentro de una cueva, lo que no me extraña lo más mínimo. Los que habéis entrado en una gran o profunda cueva, habréis sentido algo especial, como si la tierra diera un abrigo o abriera una brecha de formas fantásticas que dieron cobijo a los primeros habitantes de la tierra. En esta cueva rivaliza la belleza de los numerosos budas y la de las formas de la tierra. Lo único que lo estropea son algunas paredes llenas de nombres grabados, a pesar o causa de los letreros que lo prohíben.
Como había comido algo por primera vez en un par de días, arroz blanco y pan, tuve fuerzas para seguir hasta el final de la cueva y subir a lo más alto.
Para acabar el día la excursión nos llevó hasta unas bonitas cascadas donde los que quisieron, como Amalia, se refrescaron. De eso apenas hay fotos porque me puse de nuevo tan verde que estuve out. Me gusta probar comidas diferentes allí donde voy, lo pruebo todo y tengo poco miedo a las cosas nuevas, pero vomitar por medio país es el precio que hay que pagar por ello. Creo que de este viaje viene mi aversión a muerte al cilantro.
¡Yo quiero ir!
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