martes, 11 de marzo de 2014

PALACIO DE LA MAGDALENA

Un día bonito y soleado es el perfecto para poder disfrutar de una mañana entera en la Península de la Magdalena. Si estáis alojados en Santander, hay mil posibilidades, pero yo combiné la bici y la pata. 
Como en la mayoría de las ciudades de España, se han colocado por la ciudad un servicio de bicicletas públicas, de esas que puedes coger y dejar en cualquier punto por un precio nada módico. Para los turistas y despistados hay abonos de un día o de una semana para cogerlas y dejarlas tantas veces como quieras pero con un tiempo máximo. En Santander la página es www.tusbic.es. La calidad de las bicis no es de lo mejor, chirrían un poco, no siempre se le ajusta el sillín, pero como hay varias donde elegir en cada estación no hay problema. El precio por día es de 8.33€ por semana o 1.87 al día.

Cogí la bicicleta cerca de donde estaba alojada, frente a la estación de tren. Seguí por delante de la catedral, por el Paseo Marítimo en el carril bici, pasando junto a las obras del futuro Centro Botín, junto al Palacete del Embarcadero, que actualmente es una sala de exposiciones y llegando al Monumento a los raqueros. Todo el mundo aprovecha para hacerse fotos con ellos y un día como este, con un mar calmado, sol y calor da ganas de tirarse al agua como ellos. Este monumento quiere recordar a los raqueros, pandillas de muchachos, que el S. XIX y principios del XX que frecuentaban los muelles de la ciudad.
La palabra raquero procede seguramente de la inglesa wrecker, ladrón de barcos, saqueador de naufragio. Se trataba de unos chiquillos de clases bajas o huérfanos, en ocasiones ladronzuelos, que esperaban a que los tripulantes de los barcos les lanzaran monedas o cosas para arrojarse al mar para sacarlas buceando. Se ve que los marineros ingleses les llamaban wrekers y los santanderinos hicieron suya la palabra, castellanizándola y convirtiéndola en raqueros.
Con el tiempo acabaron siendo una atracción para turistas y locales, que los veían bañarse medio desnudos y les tiraban monedas o les pagaban para recuperar las cosas que se caían al agua a los paseantes.
Hoy en día sigue usándose la palabra, la usan las madres para reñir a los hijos malhablados o que hacen trastadas, en referencia a aquellos de los barrios bajos. Mi madre si hacíamos algo así nos llamaba "placeras". ¿Y a vosotros?


Seguí el camino hasta el Observatorio, justo ante del Palacio de Festivales de Cantabria, donde el carril bici esta cortado por obras (espero que no durante demasiado tiempo). Así que subí por la acera a la avenida paralela al mar, calle Castellar y después avenida Reina Victoria. El camino por esta avenida es delicioso, lleno de grandes casas señoriales que dan al mar, con una acera ancha y con miradores para ver desde allí las Dunas del puntal, al otro lado de la bahía o la playa de los Peligros abajo. Según vas avanzando, el mar tranquilo y protegido va cambiando y ves aparecer las primeras olas cuando llegas a la Magdalena.


Más o menos donde paran los autobuses, hay una estación donde dejar la bicicleta, porque quería aprovechar para visitar la península a pie, con calma y disfrutando del día. Como era sábado, había mucha gente, muchas familias con niños. Al entrar por las verjas parte el recorrido, hay carteles y un tren de esos turísticos. No vale nada la pena cogerlo, es totalmente factible a pie.

La entrada a la zona es gratuita y está abierta de 8 a 22 horas.

PLAYA DE BIKINIS

Tan pronto como entras a la derecha hay una gran extensión de césped, el campo de polo desde donde se puede acceder a la playa. La marea estaba bajando, se veía escurrirse el agua por la arena, entre las rocas, dejando un paisaje brillante, salado y perfecto para deambular. 
Este curioso nombre que tiene la playa, bikinis, se debe a que las estudiantes de la Universidad Internacional en los años 60, que llegaban del resto de Europa y de EEUU, bajaban a bañarse en este traje de dos piezas, que escandalizaba a los locales, o más bien debía alegrarles la vista.




ISLA DE LA TORRE Y DE LA HORADADA

Desde la playa se puede ver la isla de la Torre, donde se encuentra la Escuela de Vela de la Federación Cántabra de Vela. Apenas pude ver gran cosa por lo miope que soy, pero es una islita pequeña en la que se ve un edificio y una rampa para subir y bajar los botes. Se ve que es fácil de llegar nadando.

Esta isla estaba unida antes por un puente, del que queda un buen tramo sobre la playa y un poco más adentrándose en el mar. En el momento pensé que era un espigón muy raro, con unos arcos sobre la arena junto a los cuales la baja mar había dejado unas piscinas en los que niños y perros disfrutaban como locos (en el mes de febrero).



Junto a esta isla, hay un islote diminuto La Isla de la Horadada, sobre la cual hay un pequeño faro que marca la entrada a la bahía. El nombre del islote viene porque hasta el 2005, había un arco natural formado por la roca que había sido un símbolo mítico de Santander. A principios de ese año un gran temporal derruyó el precioso arco. Dice la leyenda que este arco se formó por una barca de piedra que navegaba con las cabezas de dos santos mártires: San Emeterio y San Celedonio, a los que se las habían cortado en Calagurris (Calahorra). Las cabezas fueron arrojadas al Ebro y viajaron en esas barcas hasta el mar Mediterráneo, subieron por el Atlántico y finalmente hasta llegar al Cantábrico (¡todo un crucero!). Al llegar a la Península de la Magdalena la barca chocó contra esta roca y abrió un boquete. Las cabezas de estos mártires están ahora (se supone) en la catedral de la ciudad de la que son patronos.



FARO DE LA ISLA DE MOURO

El camino sigue hasta el embarcadero, donde hay un bonito lugar para ver desde allí el Faro de la Isla de Mouro, que señala la entrada hacia Santander y donde observar como el Cantábrico indómito, sus olas chocando contra playas y acantilados. Los fareros vivían en esa islita hasta 1921, en el mismo edificio del faro, entre tanto mar y tantas olas. ¿Os imagináis? Desde entonces el faro es automático.


EL PALACIO

Siguiendo el camino, tras  subir una cuestecilla, en el punto más alto de la península, se encuentra el Palacio en sí, convertido ahora en la sede de la Universidad de verano. Hacen visitas guiadas dentro del edificio, pero yo no lo había previsto para ese día.

Es uno de los edificios emblemáticos de la ciudad y se encuentra en la zona más alta de la península de la Magdalena. Se construyó entre 1908 y 1912 según el proyecto de Gonzalo Bringas y Javier González de Riancho por iniciativa municipal (pagado por el pueblo), ya que el ayuntamiento de la ciudad quiso regalar a los Reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia una residencia de verano para consolidar la tradición estival en la que se estaba asentando la ciudad. La familia real pasó allí los veranos casi tres décadas y fue un lugar donde se reunían y hacían una vida más verdaderamente familiar.



A partir de la II República el Palacio fue cambiando de uso, desde la sede de la Universidad Internacional de Verano, hospital, residencia temporal para los damnificados por el incendio del 1941... En 1977 el Ayuntamiento adquirió por compra el lugar y pasó a ser público. Ahora en ella se dan lugar congresos y reuniones y durante el verano el ayuntamiento lo cede a la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.



Después de sacar algunas fotos al palacio e imaginarme como debía ser la vida de los ricos y famosos, más bien de la realeza de tiempos pretéritos, se sigue el camino donde encontré este pez tallado en el tocón de un árbol.

El camino sigue bordeando los acantilados, acercándose a la famosa playa del Sardinero, donde pocos días antes había habido un temporal de esos que meten miedo al cuerpo a cualquier persona prudente. En Mallorca tenemos un dicho "La mar fa forat i tapa", que viene a decir que el mar "Hace hoyo y lo tapa", y tened en cuenta que el Mediterráneo parece un charquito en comparación con el Cantábrico. Durante este año 2014 los temporales de viento y mar han sido espectaculares, con olas gigantescas de las que impresionan y les recuerdan a los hombres quien manda. Se había llevado balaustradas, puertas, chiringuitos y restaurantes.


Hablando del mar y su relación con el hombre, un espacio bien interesante, aunque podría estar más trabajado, es el del Museo del Hombre y la Mar, donde hay "expuestos" una balsa y tres carabelas. Estas embarcaciones fueron donadas por Vital Alsar, un marino cántabro para rememorar la travesía que hizo Cristóbal Colón en su ruta hacia América. La balsa es una réplica de la balsa que utilizó para hacer un viaje entre Ecuador y Australia en 161 días.



ZOOLÓGICO MARINO
Un poco después llegamos al recinto de algo a un pequeñito zoológico con unos pocos animales marinos, que había sufrido bastante con el temporal. los fosos donde se encuentran las focas y los leones marinos están conectados con el mar y nutridos constantemente con su agua. Dicen que hace muchos años había también osos polares y leones o cosas así.





Una vez acabada la vuelta por la Magdalena cogí de nuevo la bici llegué hasta el final del Sardinero y volví machacadita por la panzada de kilómetros hasta casa.

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