viernes, 22 de noviembre de 2013

SEIS PLAYAS DE NUEVA ZELANDA

Hoy, medio año después, he empezado a hacer el álbum de fotos de Nueva Zelanda y todo son grandes recuerdos y buenas amigas a las que he visto poco este año. Como nos vamos a reencontrar en Mallorca estas Navidades o fin de año, me recuerda a nuestro gran viaje del 2.013.
¿Y de qué puede ir este post? Pues como fuera llueve a cántaros y comienzan los primeros fríos del año, es hora de volver ya a soñar con la primavera y con el calor. No hay nada mejor para recordar el calorcito que contaros las playas que visitamos en este país de las antípodas. No nos bañamos en todas precisamente, pero sobretodo Vicky y yo lo intentamos.


1. PLAYA DE PIHA

¿Os acordáis del post sobre esta playa de surferos? A Piha podéis llegar fácilmente desde Auckland conduciendo unos 40 minutos. No encontramos dificultad para aparcar detrás de la línea de arena, cogimos nuestras toallas, el picnic y a disfrutar. Es una de las más famosas del país y, a pesar de que a ella va mucha gente, es tan grande que no nos encontramos para nada apretados.


Es de arena negra, ferrosa, por lo que quema muchísimo más que cualquier otra. Imposible caminar sobre ella sin las sandalias o chanclas. Es una arena muy fina que se te queda pegada a la piel y acabas con arena en todas partes (como en cualquier playa).






















Acordaros de respetar la norma de nadar en la zona entre las banderas, que es la única vigilada por los vigilantes de la playa. Las corrientes son muy fuertes, conseguimos meternos pero acabé sujetándome el bikini en todo momento. El agua está bien fría, a pesar de que fuimos en pleno verano. Recordad lo cerca que está Nueva Zelanda del Polo Sur.

¿Veís como todos nadan en el mismo lugar?


Las grandes olas que podréis encontrar en cualquier momento la hacen una playa estupenda para practicar surf. Fueron los surfistas los que la descubrieron en 1930 y desde 1950 es un destino famoso para los aficionados a este deporte.


En el centro hay una extraña rocota que se adentra en el mar que tiene forma de león acostado y la llaman "Lion Rock". Así que después de nadar, tomar el sol o practicar surf, podéis subir felizmente media altura de la roca, donde se puede uno sentar en un banco, explicaciones sobre la historia del lugar y una verja que cierra el camino hasta la cumbre.

¿Véis el la roca en forma de león?

Si no queréis conformaros sólo con un día de playa, acordaros de visitar las Kite-kite falls, que no os explico de nuevo, ya que la podéis encontrar en el post anterior sobre Piha y Waitakere Ranges.

Leyenda de Kaiwhare.
Cerremos la explicación de esta playa con una leyenda local maorí. En las costas de Piha vive, desde hace siglos, una criatura mítica llamada KAIWHARE.
Según la leyenda, los ancestros de los maoríes abandonaron las islas del Pacífico de donde procedían en busca de un nuevo hogar. Eligieron para poblar Aotearoa sólo a aquellos con los mejores cuerpos y mentes, pero Hape tenía los pies deformes y no estaba entre los elegidos.
Como Hape no quería quedarse atrás, rezó durante 3 días a Tangaroa, el dios del mar, para que encontrara la manera de llevarle a las nuevas tierras con su familia y amigos. Al cuarto día una ola rugió en el océano y avanzó a la costa donde estaba Hape. De ella surgió una criatura en forma de anguila llamada Kaiwhare.
Kaiwhare llevó a Hape a Puketapapa, en la costa de Manukau Harbour, donde se separaron. Kaiwhare se convirtió en el protector del pueblo maorí, que le ofrecía comida a cambio. Pero con el tiempo, su talante cambió y comenzó a comerse a los pescadores y mariscadores. El pueblo, muy asustado fue a buscar a Tamure que con su arma hecha de jade verde, llamada mere, era capaz de vencer a seres sobrenaturales. Tamure organizó a un grupo de hombres y fueron a la guarida de la criatura, que al ver sus antorchas se relamía ante el festín. Tan pronto como emergió del agua, Tamure le hirió gravemente pero le perdonó la vida. Desde entonces Kaiwhare no ha vuelto a probar la carne humana, come peces y pulpos, dejando tranquilos a surfistas y bañistas.

2. HOT WATER BEACH
Esta playa la encontraréis en la Isla Norte, en la maravillosa península de Coromandel. Nosotros buscamos alojamiento relativamente cerca, donde alquilamos las muy necesarias palas. ¡Y no! No estoy hablando de las típicas palitas de plástico para hacer un castillo de arena, estoy hablando de unas palas de verdad de la buena, porque lo mejor de Hot Water Beach es hacer un gran agujero en forma de piscina en la arena, en una zona muy determinada de la playa para obtener un spa al aire libre!


Bajo esta playa hay fuentes de aguas termales que se filtran a través de la arena en un par de momentos determinados del día, durante las mareas bajas. Por tanto es muy importante que os informéis a que hora debéis ir a la playa, porque no hay nada peor que ir a hacer una piscina de agua caliente en un momento del día en que este terreno está totalmente cubierto por el mar. Preguntadle a cualquier local, en el alojamiento o en esta página web la hora exacta de la marea baja de ese día. Lo suyo es estar allí desde una hora antes hasta una hora después de el max. de marea baja.


Llegad con tiempo, porque es un gran atractivo turístico tanto para locales como para turistas y la zona donde aflora las aguas calientes puede parecer la playa de Benidorm en verano. Podéis acabar peleando por un sitio con los educadísimos neozelandeses y los no tan educados turistas. Seguro que encontráis un hueco pero puede que os pase como a nosotros, que fuimos a dar con un lugar donde el agua salía excesivamente caliente y nos cocía los traseros. Si queréis hacerme caso, llevad también un cubo para poder poner agua fría del mar en vuestra piscina. El agua emerge a temperaturas realmente muy altas, de hasta 64ºC.

¡Es toda una experiencia! El agua del mar está realmente fría y la corriente es muy fuerte, pero tu estás dentro de tu piscinita la mar de a gusto. Pero estad siempre atentos, las mareas y las corrientes pueden cogerte desprevenido. Cuando veáis a la gente marcharse, no os hagáis los remolones, ya es hora de irse. Como vimos difícil bañarnos ese día en ese lugar, cuando estuvimos hartos de estar a remojo, nos dimos un buen paseo por la playa, que es interminable.

3. CATHEDRAL COVE
El mismo día que visitéis Hot Water Beach, continuad vuestra ruta dentro de la península de Coromandel hasta Cathedral Cove. Nosotros pasamos buena parte del día allí, disfrutando de una playa estupenda y la primera del país sin grandes corrientes en las que poder nadar tranquilamente aunque con un agua bien fría.
Lo majo de esta playa es que para llegar deberéis hacer una pequeña excursioncilla desde el aparcamiento hasta la arena, un paseo fácil y agradable por caminos desde los que se ve la costa, el maravilloso cielo azul y algo de fauna local. Serán unos 40 minutos a un paso normal.


Fue muy gracioso a la vuelta ver un par de novillos o toros muy jóvenes bramándose amenazadoramente el uno al otro, tanteándose y con toda la pinta de atacarse de un momento a otro. Fue todo un espectáculo que vimos seguros detrás de una valla. Los bramidos se oían a kilómetros, pero como es muy frecuente en el mundo animal,"mucho ruido y pocas nueces", se hacían uno al otro demostraciones de fuerza pero no llegaron a las manos, mejor dicho a los cuernos.


La playa es una maravilla y está dividida en dos partes por un gran acantilado. Podréis pasar de una parte a la otra por un gran agujero en el acantilado, la gran cueva que le da nombre. Acordaros de volver a cruzar de vuelta antes de que suba la marea y bañe el interior de la cueva. Es tan grande que no llega a entrarle el sol por completo en ningún momento y la arena de su suelo siempre está húmeda.


Esta zona de costa está llena de rocas, islotes y acantilados, de formas muy curiosas y de colores interesantes. Nosotros nos tumbamos bien a gusto, unos bajo la sombra de los acantilados y otros al sol. Es genial que tenga grandes zonas de sombra, porque recordad que el agujero de la capa de ozono cae justo en aquella zona y el sol pica que da gusto. Aunque yo soy morena de piel, me tuve que poner protector solar cada hora y pico si no quería acabar como una gamba.


Tras vaguear al sol es hora de atraverse a meter un pie en el agua. Allí acabamos Vicky (acostumbrada a las frías aguas de Suecia) y yo, que me gusta más el mar que la tierra. ¡Qué fría! Temperatura idónea para un pingüino. Y luego a tostarse al sol con las amigas con unas buenas cervezas.


La parte más emocionante del día fue justo después de esta foto, estábamos posando tan tranquilas frente a esta roca aislada con un pequeño árbol encima, cuando un grupo de adolescentes no empezaron a señalar como locos. Pensé que se les iba un poco la olla, cuando nos dimos cuenta que lo que señalaban era una sombra bajo el agua, donde el agua apenas nos llegaba a la barriga.  Era una pequeña raya que nadaba tan tranquila en nuestra dirección. En ese momento nos dio un soponcio, dudábamos entre mirar y sorprendernos de lo bonita que era y salir corriendo escapadas. Vicky pudo huir hacia la orilla y yo me quedé un poco paralizada, menos mal que cuando la raya se dio cuenta de que yo estaba enmedio, giró un poco y siguió tranquilamente su camino. ¡Guauuuu! Una de las mejores experiencias del viaje.


4. MOUNT MAUNGANUI
La playa a los pies del Mount Maunganui fue nuestro momento de descanso después de la excursión hasta su cima y bajada. Mount Maunganui nos pareció la típica ciudad turística de playa, llena de alojamientos, bares y gentes. Se encuentra en la Isla Norte, en Bay of Plenty.
 

La población se encuentra sobre una ancha franja de arena que constituye un tómbolo* que une la tierra firme con un cono volcánico bien redondo justo al final, llamado Mauao. Este volcán, para vuestra tranquilidad, está dormido.
* Tómbolo: lengua de tierra que une una antigua isla o islote con el continente.


El volcán Mauao mide 230m  desde su cima podréis disfrutar de magníficas vistas de los alrededores. Hay varias rutas de senderismo de diferentes grados de dificultad para poder elegir y os advierto que la subida no es moco de pavo.  Coloquialmente en Nueva Zelanda se le conoce simplemente como El Monte o The Mount.

Leyenda de Mauao. 
Hace mucho, mucho, tiempo había tres montañas que "vivían" en los bosques de Hautere cerca de Tauranga Moana.
Uno de ellos era Otanewainuku, que aún sigue allí hoy en día, adornado con grandes árboles y pájaros. La segunda era una bonita colina, hembra, llamada Puwhwnua, adornada con los más bellos helechos, arbustos y  árboles. El tercer monte era la "montaña sin monte", que estaba perdidamente enamorado de Puwhwnua. Pero esta, como no puede ser de otra manera, estaba enamorada de Otanewainuku
Como parecía no haber esperanzas par él, el monte sin nombre decidió ahogarse en el Océano Pacífico. Le pidió a los patupaiarehe, o las personas conpoderes, que trenzaran una cuerda mágica y que lo arrastraran mar adentro. El rastro dejado por el monte al ser arrastrado creó el valle del río Waimapu o "aguas llorosas".
Para cuando los patupaiarehe llegaron estirándolo al océanao, el sol comenzó a salir. Como estas criaturas son del mundo de la noche, se retiraron de vuelta a las sombras de los bosques, dejando al monte sin nombre justo al borde del océano. Antes de marchase le pusieron nombre al monte: Mauao o "atrapado por la luz de la mañana"
Dibujo de Isaiah de la Escuela de Primaria Mt. Maunganui
La playa es larga y de arena de color claro, el agua fría con olas generosas y lo mejor de todo: miles de millones de conchas de todos los tipos y colores como para pasarse el día recogiéndolas. Recordad, pero, que las conchas, aunque no contengan ya ningún ser vivo en el interior son parte importante del ecosistema. De las conchas se forma la arena y en las caracolas pueden vivir cangrejos ermitaños. No hay que llevarse cientos de ellas, coged una como mucho, pero recordad que si cada turista se lleva unas cuantas, la playa dejará de ofreceros esa maravilla. Así que no seáis avariciosos y coged con mesura. Nosotras hicimos un poco el indio, nos pasamos horas buscando conchas y poniéndolas como si fueran anillos, acabaron pareciendo un puño americano.


Uno de los encantos añadidos de esta playa es este bonito columpio colgado de un árbol, donde poder balancearse mirando hacia el mar.


5. SPLIT APPLE ROCK
Esta playa fue la primera que vimos en la isla sur, aunque la visitamos en mal momento. Se encuentra en el Abel Tasman National Park, a una hora aprox. de la población de Nelson. Nosotros llegamos con marea alta, donde no había ni un lugar donde sentarse en la arena, ya que el agua del mar llega prácticamente hasta los árboles. Para poder verla y pasearnos unos minutos tuvimos que subirnos "las faldas" y meter la pata en el agua hasta media pierna. 


En ese momento de marea alta, la roca que da nombre a la playa se encontraba muy lejos de nosotros, pero se la veía muy bien. Es bien redondeada y partida casi por la mitad perfecta y según los geólogos fue arrastrada hasta este lugar durante la Edad de Hielo y el agua congelada en una grieta de su interior la rompió al subir las temperaturas.

La leyenda maorí cuenta que dos dioses luchaban por esta roca y la partieron por la mitad para repartírsela. Otra leyenda dice que fue Zeus que la partió con su espada en su lucha con Neptuno por la mano de Dione.


6. PLAYA DE KAITERITERI
Desde Split Apple Rock seguimos hasta la playa de Kaiteriteri, desde la cual se organizan y contratan muchas excursiones diarias para ver delfines o focas o visitar algunas islas del Parque Nacional Abel Tasman, de la que forma parte. El nombre del parque es en honor a Abel Janszoon Tasman, el primer europeo en descubrir Nueva Zelanda en 1642.
A diferencia de la playa anterior, esta está muy concurrida ya que tiene aparcamiento, bares, tiendecillas, camping de caravanas, etc. y es el punto de partida para muchas actividades. Es uno de los destinos de sol, playa y diversión de los neozelandeses.


De uno de los extremos de la playa, el extremo sur, un arroyo desemboca en el mar y sirve de tobogán natural para los que no temáis el frío del agua. La corriente es fuerte, pero si sois prudentes no es peligrosa, os metéis en el agua junto al puente de la carretera y os dejáis arrastrar hasta un poco antes de que llegue al mar. ¡No dejéis que os lleve mar adentro! Cuidado con vuestros pies y rodillas para que no rocen las rocas del fondo e intentad que os lleve a la otra orilla donde nadie puede llegar sin mojarse.



En el extremo contrario hay un saliente en el mar, donde hay árboles, rocas y muchas muchas ostras. Allí mismo, un neozelandés majísimo me dio a probar una, viva, sin limón ni nada. Sabía a mar, pero en realidad era tan pequeña que casi no noté el sabor. Esa es una de las grandes maravillas del país, que sus habitantes son amables, buenos, te ayudan y ofrecen cosas. No le tienen manía aún a los turistas.

Una de las cosas que intento hacer en diferentes lugares del mundo es un castillo de arena versión mallorquina. Muchos mallorquines hacemos nuestros castillos de arena con una forma muy peculiar, que para nosotros es la mar de normal: circular. Lo hacemos con el Castillo de Bellver como modelo, que tiene la forma de un donut y se encuentra en Palma de Mallorca. Como podéis ver no tengo una gran habilidad haciendo castillos, pero algo es algo.

Para acabar recomendaros un par de normas más que necesarias en una playa neozelandesa:
1. Llevar mucho protector solar por la cercanía del agujero de la capa de ozono.
2. Tened cuidado con las corrientes, nadad entre las banderas, en las zonas indicadas.
3. No está bien visto hacer top less. Si no queréis que todos se sientan incómodos y te hagan sentir incomodo a ti, lleva el pecho cubierto.
4. Se respetuoso con la naturaleza, no te lleves más que fotografías y no dejes más que tus pisadas sobre la arena.
5. La quinta y más importante:

domingo, 17 de noviembre de 2013

REALES ALCÁZARES DE SEVILLA, ROMANOS LIADOS, SERRANITOS Y DUROS SEVILLANOS

En este mes y medio que he pasado en Sevilla, mi lugar favorito, sin duda alguna ha sido los Reales Alcázares. Yo no había oído apenas hablar de ellos y me parecieron el lugar más mágico de la ciudad. Una tarde entera en un mundo diferente y demasiado bello como para aprehenderlo todo. Te transporta a otro momento de la historia.

El Real Alcázar de Sevilla es en realidad un conjunto de palacios, por lo que se le conoce como Reales Alcázares. La suma de palacios, estancias y jardines de diferentes épocas y estilos (islámico, mudéjar, gótico, renacentista, barroco) lo hacen algo realmente especial y por ello fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 1987.

Los primeros momentos del Alcázar datan del S. VIII como residencia de los emires y dirigentes islámicos, de estos orígenes apenas quedan las murallas que rodean todo el recinto. Tras la conquista de Sevilla por Fernando III, se convirtió en el alojamiento real de su hijo Alfonso X. De Pedro I destaca la construcción del Palacio Mudéjar. Los reyes de la monarquía española han vivido temporadas en sus palacios, cuyas paredes han observado de cerca acontecimientos como el nacimiento del hijo de los Reyes Católicos, el príncipe Juan en 1478; la boda de Carlos V con Isabel de Portugal, etc. Desde 1931 pertenece al municipio, aunque destaca que en el se celebrara la recepción y el banquete de la infanta Elena, hija del rey actual de España (divorciadísima en la actualidad).

Página web: http://www.alcazarsevilla.org
Precio: 8.75 € adultos, 2€ estudiantes y jubilados
Horario invierno: de lunes a domingo de 9.30 a 17h
Horario de verano: De lunes a domingo de 9.30 a 19h.

La entrada al recinto, en la que siempre hay una generosa cola, se hace por la Puerta del León, flanqueada por unas recias murallas que con suerte os harán sombra mientras esperáis pacientemente. Una vez hayáis pagado religiosamente vuestra entrada accederéis al Patio del León, separado por los restos de una muralla de época almohade del siguiente patio, el de la Montería.
A la derecha de este patio se encontraba la Casa de Contratación de Indias, de la que hoy solo quedan algunas partes. Este organismo regulaba las relaciones y comercio con el continente recién descubierto: América. Aquí también se proyectaron los grandes viajes, como la primera vuelta al Mundo de Magallanes y el Cano.


Dejando los prolegómenos atrás, es hora de entrar en faena. Una de las grandes maravillas, no estaréis preparados para tanta belleza, es el Palacio de Pedro I o Palacio mudéjar (1356-1366). Se encuentra dividido en dos zonas, ambas distribuidas alrededor de dos patios: el de las Doncellas y el de las Muñecas.


Tras esta estupenda fachada pasamos a un decoradísimo vestíbulo y cruzamos varios pasillos hasta el PATIO DE LAS MUÑECAS, que recibe el nombre de unas pequeñas cabecitas en los arcos que sustentan el patio. Los visitantes se entretienen encontrando las nueve muñecas, porque la leyenda dice que si las encuentras todas tendrás buena suerte. Yo no encontré más que un par, el patio era tan impresionante que ni me acordé de hacerlo. Siempre está lleno de gente, pero te podrías quedar horas disfrutando de la primera impresión del Alcázar, que como es la que cuenta, os dejará enamorados.



Desde este patio accederéis a varias salas y de vez en cuando os dará la sensación de que os estáis dejando alguna. Os puedo asegurar que así es, pero tomároslo con calma, imaginad que sois uno de los habitantes del palacio y deambulad de un lugar a otro. Por ejemplo llegaréis a la Sala del príncipe, donde nació uno de los hijos de Isabel la Católica*.

* Recordad que el sobrenombre que sigue al nombre de los reyes debe escribirse con mayúsculas, pero no el artículo que le precede. Muy interesante este artículo de la RAE sobre como se usan las mayúsculas.


Si el patio de las muñecas te mete en un estado especial, lo siguiente es aun mejor: el PATIO DE LAS DONCELLAS, mucho más grande, bello y de carácter menos íntimo. Es, según algunos autores, la obra maestra del arte mudéjar andaluz. Ha sido restaurado recientemente, intentando recuperar el aire originar de la época de Pedro I. Tiene una alberca alargada en el centro que divide el patio con arriates rehundidos, según la costumbre de los patios islámicos, que se regaban por inundación. Los arcos del patio son lobulados, con los centrales de mayor tamaño.



A este patio dan estancias muy importantes como la Alcoba real y la Sala regia, el Salón de Embajadores y algunas más. Eso si sois capaces de abandonar este maravilloso patio...
El Salón de embajadores os encantará, entraréis desde el patio (o saldréis) por unas puertas de madera originales de 1366. La sala es de planta cuadrada y dos de sus lados están cerrados por unas arquerías triples de herradura con una decoración abigarrada en dorados y azules. Lo más impresionante es la bóveda semiesférica de mocárabes dorados que la cubre.




Lo siguiente en la lista es el Palacio Gótico, construido por Alfonso X para albergar su corte. 
Algo que ha sufrido un cambio significativo con el tiempo es el Patio del Crucero. En el S. XII, en el periodo almohade, era un patio de dos niveles: el más alto es el que correspondería al actual, con dos pasillos transitables que se cruzaban en el centro. Los parterres se encontrarían en el nivel inferior a casi 5 metros por debajo, donde había plantados árboles frutales, cuyos frutos y flores quedaban al nivel de las narices y ojos de los paseantes. Con el terremoto de Lisboa el jardín resultó dañado y se rellenó la parte inferior del patio. De este piso inferior del palacio sobreviven los Baños de Doña María, una gran piscina "cubierta" y bastante íntima a la que entraréis cuando estéis visitando los jardines. Eso sí que es un spa y lo demás son tonterías.



Tras visitar todas las salas habidas y por haber, más o menos bellas, más o menos interesantes, es hora de que salgáis al JARDÍN. Muy aconsejable no hacerlo bajo un sol de justicia, yo lo hice a media tarde de septiembre y fue muy agradable. Acabé sentada sobre el césped de un rincón apartado aprovechando el momento para descansar. Sed conscientes que por mucho que os esforcéis será difícil que los veáis todos, sobretodo porque estaréis cansados de visitar el interior. Yo di vueltas por aquí y por allá, deambulando y encontrado parterres floridos, fuentes y canales, grutas, etc.
Al salir del palacio el primero que encontraréis es el estanque de Mercurio y la Galería de los Grutescos, por donde podréis pasear junto a unas rocas que recuerdan al fondo del mar.




¡Tras descansar por los jardines la salida la haréis por el Patio de Banderas y ya lo tenéis listo! 
¿Os ha parecido un lío? ¿Una descripción caótica y desordenada? Pues me parece que no he estado muy inspirada, estoy "más liada que la pata de un romano", expresión que utilizaba uno de mis compañeros de trabajo a todas horas y que hace referencia supongo a los nudos de las sandalias de los romanos. Vamos, digo yo... Todo esto os lo podría haber contado Fran, un amigo y compañero de trabajo que ha sido guía del Alcázar y os lo hubierais pasado mejor.

¿Qué hacer después de tanto alcázar? Tenéis que recuperar las fuerzas y os propongo uno de mis bocatas andaluces favoritos: el serranito. Ya sé que en otras partes de España todo el mundo lo conoce, pero aquí en Mallorca yo no había oído hablar de él. Está de muerte y aquí va una foto de mi compi de trabajo María, con la que me fui a disfrutar de uno. Es un bocata hecho con pan, lomo de cerdo o pechuga de pollo, jamón serrano, rodajas de tomate y pimientos verdes fritos. ¡Una delicia!


Últimos apuntes de este blog. Pensando en los sevillanos y que se dice de ellos, me he acordado de una frase hecha que ahora se utiliza menos:

<<Ser más falso que un duro sevillano>>

Espero que nunca os hayan dicho que seáis así de falsos, pero es una frase curiosa. Los sevillanos en sí no son especialmente falsos, hay de todo como en cualquier sitio; esta expresión viene de un suceso histórico relevante. Resulta que en 1876 la plata era el metal de moneda más abundante y se decidió que fuera la moneda de curso legal forzoso, desplazando al oro. El precio de la plata había caído tanto que la peseta fue perdiendo valor, de manera que las 5 pesetas de valor llevaban sólo 2 pesetas de peso real en plata, con lo que el estado ganaba 3 pesetas en metal. Este cambio despertó la picaresca para dar salida a tanto metal de bajo precio y se empezaron a acuñar "duros" (monedas de 5 pesetas) que eran prácticamente iguales que los de curso legal. Las primeras acuñaciones falsas aparecieron en Sevilla y por ello se llaman duros sevillanos. 

¿Qué os comprabais vosotros con un duro en vuestra niñez? A mi me daba solo para chuches. Pero supongo que hay lectores de todas las edades. Contestad con un comentario en el post.