Mi lugar de trabajo este verano se ha situado en la playa del Cabañal, junto al Hotel las Arenas, lo que me ha llevado a conocer la problemática de un barrio que lucha por sobrevivir, conservarse y no verse engullido por los nuevos planes urbanísticos. Este barrio me recuerda a muchos otros barrios de pescadores, o relacionados con el mar, en otras grandes ciudades del Mediterráneo español: con casas de pequeñas, con encanto especial, pero en un estado de degradación evidente. Me recuerda al barrio de's Jonquet en Palma de Mallorca al de la Mina o de la Barceloneta en Barcelona.
Parte de la información que ahora expondré procede de mi experiencia persona, de cruzar el barrio todos los días de camino o de vuelta del trabajo durante un verano entero y otra de una plataforma llamada "Salvem el Cabanyal".
Parte de la información que ahora expondré procede de mi experiencia persona, de cruzar el barrio todos los días de camino o de vuelta del trabajo durante un verano entero y otra de una plataforma llamada "Salvem el Cabanyal".
LA HISTORIA DEL BARRIO
El Cabanyal es un barrio, un conjunto Histórico Protegido de la ciudad de Valencia y declarado Bien de Interés Cultural en 1993. Si bien actualmente se considera un "barrio marinero", hay que tener en cuenta que fue un municipio independiente en el S. XIX, alejado de la capital y que recibía el nombre de Poble Nou del Mar.
Aunque en un inicio vivieron en él exclusivamente pescadores y otros profesionales relacionados con el mar, poco a poco se convirtió en un lugar de descanso y ocio para los burgueses que se acercaban a tomar sus "baños de mar", alquilando viviendas y construyendo algunas nuevas.
Aunque en un inicio vivieron en él exclusivamente pescadores y otros profesionales relacionados con el mar, poco a poco se convirtió en un lugar de descanso y ocio para los burgueses que se acercaban a tomar sus "baños de mar", alquilando viviendas y construyendo algunas nuevas.
Lo encontraréis junto a la playa del Cabanyal, al final (o al principio, según se mire) de la playa de la Malvarrosa. Destaca porque que conserva numerosas viviendas singulares, por el ambiente de barrio "de antes" donde los vecinos salen a tomar "la fresca" con sus sillas delante de los portales, porque encontraréis pocos edificios monstruosos habituales cerca de las playas.
La plataforma "Salvem el Cabanyal" se opone porque consideran "que el resultado de partir un Conjunto Histórico en dos mitades no son dos medios Conjuntos Históricos, sino la destrucción del patrimonio de todos".
¿Cómo se ha llegado a este punto? Tenéis que recordar que desde tiempos casi inmemoriales en Valencia el PP tiene mayoría absoluta, y no hubo resistencia posible del resto de partidos políticos a este anteproyecto presentado en el 98. Los vecinos del barrio y otros amantes del patrimonio se unieron entonces para pedir un Plan de conservación, pero no recibieron respuesta alguna del ayuntamiento. La batalla se encuentra en la calle, en las pancartas, manifestaciones, juicios, recursos y recontrajuicios en tribunales varios.
A favor del plan, y que conste que he visto unas pancartas en balcones que proclaman alto y claro "Sí a la ampliación de Blasco Ibáñez", están algunos vecinos que opinan que con la nueva avenida se construirán apartamentos, bloques y chalets que aportarían ingresos nuevos a la zona, que se llenaría (aun más) de turistas. Mi opinión personal, como turista, es que yo busco en cada ciudad algo que la distinga de las demás, que le sea propio y que tenga identidad. ¡Si quiero un gran edificio de apartamentos me voy a Benidorm!
LA AMENAZA
Desde 1998 el barrio está amenazado por un proyecto municipal que pretende prolongar la avenida Blasco Ibáñez hasta el mar, cortando por la mitad un barrio tan singular. Para realizar este plan está previsto destruir 1651 viviendas en unos 600 edificios y modificar la trama en retícula tan singular en este barrio.La plataforma "Salvem el Cabanyal" se opone porque consideran "que el resultado de partir un Conjunto Histórico en dos mitades no son dos medios Conjuntos Históricos, sino la destrucción del patrimonio de todos".
¿Cómo se ha llegado a este punto? Tenéis que recordar que desde tiempos casi inmemoriales en Valencia el PP tiene mayoría absoluta, y no hubo resistencia posible del resto de partidos políticos a este anteproyecto presentado en el 98. Los vecinos del barrio y otros amantes del patrimonio se unieron entonces para pedir un Plan de conservación, pero no recibieron respuesta alguna del ayuntamiento. La batalla se encuentra en la calle, en las pancartas, manifestaciones, juicios, recursos y recontrajuicios en tribunales varios.
Al tratarse de un Bien de Interés Cultural, el ayuntamiento tiene la obligación de protegerlo y siguiendo las leyes de patrimonio deberían mantener la estructura urbana, las características generales del ambiente y la silueta paisajística.
LAS SOMBRAS
Algunas partes del barrio están en un estado de deterioro muy acusado, no se conceden permisos de obras ni de rehabilitación. Algunos de los inmuebles ya han sido derribados otros se alquilan a "población marginal", la policía no hace acto de presencia, las casas pierden valor y desgastan a los vecinos.
Este documental de TVE2 vale mucho la pena y os dará una idea de lo que ha sido y de los que es. Un lugar donde aún se tiene el regusto al pasado reciente, a los pescadores, calafates, pintores y burgueses en época de baño.
El ayuntamiento compra y expropia poco a poco las viviendas, dejando descampados sin vallar que reúnen basura y conflictos. Paga miserias como indemnización a los afectados, que pueden comprar o alquilar una de las casas que el ayuntamiento les propone. Pero imaginaos a un matrimonio, como el del documental, que pagó en su día su vivienda, y que a los 80 años debe meterse a una hipoteca porque el nuevo piso vale el doble.
El ayuntamiento creó la oficina "Cabanyal 2010" que se encarga de las operaciones inmobiliarias y que alquila las viviendas compradas a una población marginal en unas condiciones infrahumanas (sin agua, ni luz, ni paredes).
LAS LUCES
Del Cabanyal destaca a gritos una arquitectura peculiar, única y generalmente bella. No con eso quiero decir que todos los edificios con los que me cruzo en el camino sean dignos de fotografiar, pero tampoco lo son todos los de vuestro barrio.
El antiguo barrio estuvo formado por barracas típicas, colocadas de manera paralela en varias líneas frente al mar, pero los tejados vegetales dieron lugar a serios incendios.
Esas barracas fueron sustituidas a mitad del S. XIX por unas viviendas con cierto aire modernista. La burguesía, que se enriquecía rápidamente en ese momento gracias al comercio y a la industria, dio el impulso a un nuevo estilo, el Modernismo en el centro de Valencia. Las nuevas casas de obra del Cabañal, construidas entre 1875 y el final de la guerra civil siguen este gusto, ya que esa burguesía veranea junto a la playa y por tanto se construye o alquila viviendas en esta zona, que seguirán el modelo de las que tienen en la ciudad.
Por tanto no se trata de un modernismo culto, nada que ver con los edificios de Gaudí que se os vienen a la cabeza cuando véis escrito modernismo. Es un estilo popular, con resultados variopintos y curiosos, resultado de la mezcla del gusto del maestro de obras y del propietario, es un estilo libre.
Lo que más destaca de estos edificios será el uso de cerámica en la decoración de las fachadas. Los azulejos utilizados son de producción seriada, industrial, pero su colocación haciendo, tramas y cenefas únicas e incluso dibujos, dando a los edificios, arquitectónicamente normalitos, una apariencia única. Debido al bajo presupuesto de estas construcciones, no se usan azulejos artesanales o únicos, sino de tipo industrial. Estas decoraciones personalizan cada casa, la hacen diferente y la hacen única respecto a la de los vecinos.
LA LONJA DE PESCADORES
No todos los edificios del barrio son privados, destaca entre ellos la Lonja de pescadores, obra de Juan Bautista Gosalbez Navarro y construida entre 1904 y 1909. Cuesta encontrarla y mucho. No parece un edificio singular, ya que está en mal estado y las "naves" laterales, donde había almacenes para aperos y redes se han convertido en viviendas particulares. La encontraréis en la calle Eugenia Viñes, un edificio muy alargado de 100 metros de largo por tan solo 25 de ancho.
El espacio central, que me hubiera gustado mucho verlo en persona y no en fotografía es un gran espacio amplio y alto, donde se daba la actividad comercial y cubierta doble vertiente. Los espacios laterales se dividen en 40 almacenes en cada lado, de dos plantas cada uno. Como hemos comentado antes ahora se han convertido en casas particulares e incluso en bares y tabernas.
Es un edificio poco notable en el sentido ornamental, es sobretodo práctico.
Historia: El edificio apenas tuvo tiempo de usarse como lugar de venta de pescado ya que fue utilizado como hospital improvisado durante la guerra de Marruecos y después en la Guerra civil. Al acabar el conflicto, los almacenes comenzaron poco a poco a convertirse en las casas de los marineros que guardaban allí sus barcas.
Actualmente está bajo amenaza de demolición por el plan de la ampliación de la avenida, sentenciada de desaparecer y a dejar atrás el sabor a mar de este pueblo de pescadores.
LA CASA DEL RELOJ O DELS BOUS
Esas barracas fueron sustituidas a mitad del S. XIX por unas viviendas con cierto aire modernista. La burguesía, que se enriquecía rápidamente en ese momento gracias al comercio y a la industria, dio el impulso a un nuevo estilo, el Modernismo en el centro de Valencia. Las nuevas casas de obra del Cabañal, construidas entre 1875 y el final de la guerra civil siguen este gusto, ya que esa burguesía veranea junto a la playa y por tanto se construye o alquila viviendas en esta zona, que seguirán el modelo de las que tienen en la ciudad.
Por tanto no se trata de un modernismo culto, nada que ver con los edificios de Gaudí que se os vienen a la cabeza cuando véis escrito modernismo. Es un estilo popular, con resultados variopintos y curiosos, resultado de la mezcla del gusto del maestro de obras y del propietario, es un estilo libre.
Lo que más destaca de estos edificios será el uso de cerámica en la decoración de las fachadas. Los azulejos utilizados son de producción seriada, industrial, pero su colocación haciendo, tramas y cenefas únicas e incluso dibujos, dando a los edificios, arquitectónicamente normalitos, una apariencia única. Debido al bajo presupuesto de estas construcciones, no se usan azulejos artesanales o únicos, sino de tipo industrial. Estas decoraciones personalizan cada casa, la hacen diferente y la hacen única respecto a la de los vecinos.
LA LONJA DE PESCADORES
No todos los edificios del barrio son privados, destaca entre ellos la Lonja de pescadores, obra de Juan Bautista Gosalbez Navarro y construida entre 1904 y 1909. Cuesta encontrarla y mucho. No parece un edificio singular, ya que está en mal estado y las "naves" laterales, donde había almacenes para aperos y redes se han convertido en viviendas particulares. La encontraréis en la calle Eugenia Viñes, un edificio muy alargado de 100 metros de largo por tan solo 25 de ancho.
El espacio central, que me hubiera gustado mucho verlo en persona y no en fotografía es un gran espacio amplio y alto, donde se daba la actividad comercial y cubierta doble vertiente. Los espacios laterales se dividen en 40 almacenes en cada lado, de dos plantas cada uno. Como hemos comentado antes ahora se han convertido en casas particulares e incluso en bares y tabernas.
Es un edificio poco notable en el sentido ornamental, es sobretodo práctico.
Historia: El edificio apenas tuvo tiempo de usarse como lugar de venta de pescado ya que fue utilizado como hospital improvisado durante la guerra de Marruecos y después en la Guerra civil. Al acabar el conflicto, los almacenes comenzaron poco a poco a convertirse en las casas de los marineros que guardaban allí sus barcas.
Actualmente está bajo amenaza de demolición por el plan de la ampliación de la avenida, sentenciada de desaparecer y a dejar atrás el sabor a mar de este pueblo de pescadores.
LA CASA DEL RELOJ O DELS BOUS
Un edificio que pasa casi desapercibido, apenas una caseta con un gran reloj de sol en la fachada, era el lugar donde se guardaban los bueyes que servían para arrastrar fuera del agua las embarcaciones desde la playa. Esas escenas que dejó plasmadas Sorolla en sus cuadros.
MI HISTORIETA
Pasear o ir en bicicleta por este barrio hasta el trabajo era, en un inicio, agradable, sobretodo por la tarde-noche cuando no te asas de calor. Poco después de llegar a Valencia decidí sacarme vales de las bicicletas públicas, el Valenbisi, que ya hay en tantas ciudades. Las recoges y devuelves en cualquier estación que tenga un hueco libre.
Mi recorrido desde casa hasta el curro eran 13 minutos cronometrados en bici, la mitad de ellos por dentro del barrio del Cabanyal. Al acabar el carril en Blasco Ibáñez, el carril se desvía hacia la izquierda por una de las calles peatonales. En esas calles no veréis lo mejor del barrio, allí es donde se encuentran viviendas diminutas y descuidadas, niños desnudos dentro de barreños, gente gritándose de balcón a balcón. En un inicio me pareció pintoresco, pero la suciedad, la cantidad de basura, su poco respeto por el carril bici donde instalan sus sillas, fueron desanimándome a mi y me di cuenta que en ese tramo de carril bici sólo iba yo y turistas despistados.
Un domingo por la tarde, a eso de las 20.30 (aun de día en el mes de julio), nada más entrar en el barrio por el carril bici, oigo un ciclomotor que llega por detrás, me pongo bien a la derecha del estrecho carril, el ciclomotor reduce la velocidad, me adelanta y punto seguido el conductor se gira y me pega un estirón a la cesta de mimbre que llevaba dentro de la cesta de la bici. Como, prudentemente, había atado las asas al manillar, no sale a la primera y da un segundo estirón y consigue llevársela y tirarme a mi de la bicicleta.
¡Vaya rabia! Le grité y me subí a la bici para seguirle, pero enseguida me di cuenta que era una tontería. En la calle no había más que dos viejas y un niño de unos 10 años jugando en la calle. Las viejas se limitan a preguntarme que si me ha tirado, yo les digo que me ha robado y se limitan a contestar que no tienen móvil para dejarme. No parecían muy sorprendidas y ni preguntaron si me había hecho daño.
Con heridas infantiles en una rodilla, un dedo del pie machacado, y moratones de los pedales (nada de importancia) sigo mi camino hasta la playa donde enseguida me encuentro con un policía local, que subido en su moto vigila la el paseo marítimo. No se dignó ni a bajarse de la moto y me dijo que fuera a la policía nacional a denunciar. ¡Pues vaya ayuda! Le digo que no tengo móvil, que me lo han robado y me dice que llame cuando me sea posible. Grrrrrr!
Sigo pedaleando hasta el curro, donde con el móvil de un compañero llamo a la nacional, que se acerca, me coge unos datos y me dice que enseguida que pueda vaya a comisaría a poner una denuncia, pero que ya ha pasado un rato y que no lo van a encontrar. Les digo que tengo una aplicación de móvil que dice donde está mientras esté encendido y me dicen que ellos no tienen ordenador para mirarlo. ¡Ya quería matar yo a alguien! En las dos horas de curro que tenía aprovecho para anular tarjetas y móviles y para llamar a mi novio que se prepara para venir a recogerme.
A las 23h acabo el turno y Roberto me recoge con el coche habiendo consultado cuál ha sido la última posición de mi móvil. Por cierto, estaba usando la aplicación de Endomondo, para trackear la ruta mientras haces deporte, muy parecida a Runtastic. Como estaba yendo en bicicleta la llevaba encendida y el tipo la llevó encendida en la moto hasta la calle San Juan Bosco de Valencia.
Vamos con el coche hasta esa calle y nos aparcamos a una distancia discreta, vamos mirando en contenedores hasta el lugar exacto donde se había parado la aplicación. En el portal indicado está aparcada en la acera la moto del ladrón, que reconozco enseguida. Le hacemos una foto general y una a la matrícula, que está modificada con cinta aislante.
Vamos a la comisaría de policía nacional con todos estos datos (ya a medianoche) y pongo finalmente la denuncia. Por primera vez se interesa alguien por lo ocurrido, me toman declaración, van dos de ellos a la dirección a vigilar la moto, que sigue allí. Me comentan que este mismo chico llevaba 4 días haciendo el agosto, robando por las playas de Valencia y recibiendo denuncias. Yo fui la primera en aportar algún dato de él. Me dicen que de noche no pueden tirar la puerta de su casa pero que al día siguiente se acercarán allí. Me piden que vuelva el día siguiete a dar los nº de IMEI de móviles y portátil, que son importantísimos para que os devuelvan vuestras cosas. ¡Nunca, nunca, nunca, perdáis estos números!
El feliz desenlace resulta cuando el jueves por la noche me llama el inspector de policía para decirme que han recuperado parte de mis cosas cuando registraron un coche del entorno del detenido. Me comenta que necesitan unas horas más mis objetos para tomar unas notas pero que al día siguiente ya los puedo recoger. ¡Qué alegría! Por supuesto que podía esperar al día siguiente, el portátil es lo que tiene más valor económico, pero también lo más importante para mi.
¡Como quise en ese momento al inspector! Le hubiera hecho la ola, besado, abrazado y dado saltitos alrededor.
Al día siguiente me fui más feliz que una perdiz a recoger el portátil y tras rellenar papeleo vario, con mi novio esperando en la sala de espera cual padre primerizo, me dan el portátil en su funda. Abro la funda y además encuentro el móvil de empresa, el pincho de internet y la tarjeta de la cámara! ¡Ueeeee! Tras agradecérselo mucho, me enteré que el propietario de la moto había dicho que el no estaba en Valencia y que le había prestado la moto a los amigos y que él no era culpable.
Así que me llaman al cabo de unos días para citarme a una rueda de reconocimiento al final de agosto. ¡Vaya marrón! Así que me tocó ir al juzgado de guardia, esperar cerca de una hora en una sala de espera de un sótano mohoso. La sala de reconocimiento era tal cual como en las películas, con un cristal en medio y con cinco tipos con pinta de macarras al otros lado.
Conclusión: aunque no soy una persona miedosa y aunque al cabo de un par de días ya se me había pasado el susto, se me quitaron las ganas de pasearme por ese barrio. Dejé de tomar el carril bici y pasé a conducir por la calzada por avenidas transitadas, dejé de recomendar a los turistas que se pasaban por el trabajo que fueran a ver esto o aquello, etc.
Sé que no es culpa del barrio ni de sus habitantes, el ladrón era de otro barrio bien distinto, pero dejé de sentirme segura, dejé de verle el lado pintoresco para verle el lado sucio y peligroso. Entiendo perfectamente la necesidad de proteger el barrio y mejorarlo, sino va a convertirse en un gueto y todos empezaran a evitarlo, perderá su encanto y caerá ya definitivamente en el olvido. Un barrio olvidado, será sin duda un barrio muerto.
MI HISTORIETA
Pasear o ir en bicicleta por este barrio hasta el trabajo era, en un inicio, agradable, sobretodo por la tarde-noche cuando no te asas de calor. Poco después de llegar a Valencia decidí sacarme vales de las bicicletas públicas, el Valenbisi, que ya hay en tantas ciudades. Las recoges y devuelves en cualquier estación que tenga un hueco libre.
Mi recorrido desde casa hasta el curro eran 13 minutos cronometrados en bici, la mitad de ellos por dentro del barrio del Cabanyal. Al acabar el carril en Blasco Ibáñez, el carril se desvía hacia la izquierda por una de las calles peatonales. En esas calles no veréis lo mejor del barrio, allí es donde se encuentran viviendas diminutas y descuidadas, niños desnudos dentro de barreños, gente gritándose de balcón a balcón. En un inicio me pareció pintoresco, pero la suciedad, la cantidad de basura, su poco respeto por el carril bici donde instalan sus sillas, fueron desanimándome a mi y me di cuenta que en ese tramo de carril bici sólo iba yo y turistas despistados.
Un domingo por la tarde, a eso de las 20.30 (aun de día en el mes de julio), nada más entrar en el barrio por el carril bici, oigo un ciclomotor que llega por detrás, me pongo bien a la derecha del estrecho carril, el ciclomotor reduce la velocidad, me adelanta y punto seguido el conductor se gira y me pega un estirón a la cesta de mimbre que llevaba dentro de la cesta de la bici. Como, prudentemente, había atado las asas al manillar, no sale a la primera y da un segundo estirón y consigue llevársela y tirarme a mi de la bicicleta.
¡Vaya rabia! Le grité y me subí a la bici para seguirle, pero enseguida me di cuenta que era una tontería. En la calle no había más que dos viejas y un niño de unos 10 años jugando en la calle. Las viejas se limitan a preguntarme que si me ha tirado, yo les digo que me ha robado y se limitan a contestar que no tienen móvil para dejarme. No parecían muy sorprendidas y ni preguntaron si me había hecho daño.
Con heridas infantiles en una rodilla, un dedo del pie machacado, y moratones de los pedales (nada de importancia) sigo mi camino hasta la playa donde enseguida me encuentro con un policía local, que subido en su moto vigila la el paseo marítimo. No se dignó ni a bajarse de la moto y me dijo que fuera a la policía nacional a denunciar. ¡Pues vaya ayuda! Le digo que no tengo móvil, que me lo han robado y me dice que llame cuando me sea posible. Grrrrrr!
Sigo pedaleando hasta el curro, donde con el móvil de un compañero llamo a la nacional, que se acerca, me coge unos datos y me dice que enseguida que pueda vaya a comisaría a poner una denuncia, pero que ya ha pasado un rato y que no lo van a encontrar. Les digo que tengo una aplicación de móvil que dice donde está mientras esté encendido y me dicen que ellos no tienen ordenador para mirarlo. ¡Ya quería matar yo a alguien! En las dos horas de curro que tenía aprovecho para anular tarjetas y móviles y para llamar a mi novio que se prepara para venir a recogerme.
A las 23h acabo el turno y Roberto me recoge con el coche habiendo consultado cuál ha sido la última posición de mi móvil. Por cierto, estaba usando la aplicación de Endomondo, para trackear la ruta mientras haces deporte, muy parecida a Runtastic. Como estaba yendo en bicicleta la llevaba encendida y el tipo la llevó encendida en la moto hasta la calle San Juan Bosco de Valencia.
Vamos con el coche hasta esa calle y nos aparcamos a una distancia discreta, vamos mirando en contenedores hasta el lugar exacto donde se había parado la aplicación. En el portal indicado está aparcada en la acera la moto del ladrón, que reconozco enseguida. Le hacemos una foto general y una a la matrícula, que está modificada con cinta aislante.
Vamos a la comisaría de policía nacional con todos estos datos (ya a medianoche) y pongo finalmente la denuncia. Por primera vez se interesa alguien por lo ocurrido, me toman declaración, van dos de ellos a la dirección a vigilar la moto, que sigue allí. Me comentan que este mismo chico llevaba 4 días haciendo el agosto, robando por las playas de Valencia y recibiendo denuncias. Yo fui la primera en aportar algún dato de él. Me dicen que de noche no pueden tirar la puerta de su casa pero que al día siguiente se acercarán allí. Me piden que vuelva el día siguiete a dar los nº de IMEI de móviles y portátil, que son importantísimos para que os devuelvan vuestras cosas. ¡Nunca, nunca, nunca, perdáis estos números!
El feliz desenlace resulta cuando el jueves por la noche me llama el inspector de policía para decirme que han recuperado parte de mis cosas cuando registraron un coche del entorno del detenido. Me comenta que necesitan unas horas más mis objetos para tomar unas notas pero que al día siguiente ya los puedo recoger. ¡Qué alegría! Por supuesto que podía esperar al día siguiente, el portátil es lo que tiene más valor económico, pero también lo más importante para mi.
¡Como quise en ese momento al inspector! Le hubiera hecho la ola, besado, abrazado y dado saltitos alrededor.
Al día siguiente me fui más feliz que una perdiz a recoger el portátil y tras rellenar papeleo vario, con mi novio esperando en la sala de espera cual padre primerizo, me dan el portátil en su funda. Abro la funda y además encuentro el móvil de empresa, el pincho de internet y la tarjeta de la cámara! ¡Ueeeee! Tras agradecérselo mucho, me enteré que el propietario de la moto había dicho que el no estaba en Valencia y que le había prestado la moto a los amigos y que él no era culpable.
Así que me llaman al cabo de unos días para citarme a una rueda de reconocimiento al final de agosto. ¡Vaya marrón! Así que me tocó ir al juzgado de guardia, esperar cerca de una hora en una sala de espera de un sótano mohoso. La sala de reconocimiento era tal cual como en las películas, con un cristal en medio y con cinco tipos con pinta de macarras al otros lado.
Conclusión: aunque no soy una persona miedosa y aunque al cabo de un par de días ya se me había pasado el susto, se me quitaron las ganas de pasearme por ese barrio. Dejé de tomar el carril bici y pasé a conducir por la calzada por avenidas transitadas, dejé de recomendar a los turistas que se pasaban por el trabajo que fueran a ver esto o aquello, etc.
Sé que no es culpa del barrio ni de sus habitantes, el ladrón era de otro barrio bien distinto, pero dejé de sentirme segura, dejé de verle el lado pintoresco para verle el lado sucio y peligroso. Entiendo perfectamente la necesidad de proteger el barrio y mejorarlo, sino va a convertirse en un gueto y todos empezaran a evitarlo, perderá su encanto y caerá ya definitivamente en el olvido. Un barrio olvidado, será sin duda un barrio muerto.
Muy emocionante la experiencia.
ResponderEliminarMe ha gustado tu artículo. Yo soy de esas personas, de fuera de Valencia, que quieren conocer el Barrio. Gracias
ResponderEliminarYo vivo en el barrio y nunca me ha pasado nada, he tenido peores experiencias en el centro de Valencia. Tendemos a relacionar este tipo de sucesos con los lugares donde ocurren ... increible que recuperaras todas tus cosas!
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